No me digas más, no quiero escucharte, llevo toda una vida apegado a tus caprichos, preso en la mazmorra de la mediocridad y deseando con anhelo que algo extraordinario suceda.
Te lo digo nuevamente, no quiero escucharte, haz mermado mis capacidades, destruido mis habilidades e invadido mi conciencia, has creado en mi a un célebre autista, ¿por qué insistes?, muchos son tus seguidores y pocos los desertores, eres hábil, persuasiva y convincente, arrogante como ninguna, toda tú eres poder.
Confabulas con el tiempo, el deseo y la motivación para mantenerme arrodillado, escondes mis libros, revistas y anotaciones, restringes mi televisión e Internet, no puedo acceder a la música, a la cultura, a las artes, a la lectura.