Platicando con un joven, el cual no superaba los 25 años, me comentaba desde su perspectiva lo fácil que resulta la vida hoy día. Si se le antojaba escuchar la última canción de su artista favorito sólo tenía acceder a Internet y descargarla para reproducirla cuantas veces quisiera. Si tenía antojo de alguna comida en particular, sólo tenía que marcar un número telefónico y realizar su pedido. Conocer el pronóstico del clima, los últimos resultados deportivos, la cartelera en el cine era cosa de niños. “Prácticamente cualquier cosa puede obtenerse con gran facilidad y prontitud” fue el mensaje final con el que remató este joven.
No demoré mucho en deducir qué tanta facilidad para obtener las cosas puede traer consecuencias sombrías.
Todo esto resulta muy cómodo, interesante, innovador y sobretodo rápido. Y es en la velocidad donde radica el mayor problema. El facilitarle tanto las cosas a un joven y el que pueda obtenerlas con enorme rapidez, genera un espejismo en su mente y cree que este modelo es aplicable para cualquier situación o ámbito.